En la enseñanza de una lengua extranjera no solo se imparten contenidos
lingüísticos, sino que también se dan a conocer prácticas sociales y valores
culturales. Tanto es así, que la competencia
comunicativa no se llegará a potenciar en un estudiante, si no se considera
como un componente básico la competencia
cultural; ambos términos son indisociables. En la asignatura de Aspectos socioculturales en el aula de ELE
estamos viendo que la enseñanza de una lengua extranjera no es tarea fácil, ya que cada
cultura posee unos rasgos determinados que dificultan el entendimiento entre
los individuos. El objetivo de esta materia es erradicar las visiones
culturales etnocéntricas, monolíticas y estáticas y concebir la sociocultura
como algo que se transforma y enriquece a partir de los intercambios y
experiencias interculturales derivados de la globalización, los movimientos
migratorios y las nuevas tecnologías, fenómenos, entre otros, característicos
de la sociedad actual.
Una de las primeras tareas encomendadas en esta materia consistía en que
cada uno de nosotros definiéramos la palabra cultura. Etimológicamente, este término viene del latín cultus que significa ‘crecimiento y cuidado del las facultades
espirituales e intelectuales del individuo’. Como quedó reflejado en el foro, se
trata de un concepto que abarca multitud de acepciones y términos asociados,
por lo que no nos quedaremos solo con ese significado, sino que nos centraremos en aquellas
variantes asociadas al aprendizaje de una segunda lengua como, por ejemplo, las
que se incluyen en la definición que propuso la profesora. Esta
explicación es la que voy a tomar como muestra para la elaboración de mi
reflexión. Cultura es el “conjunto de hábitos, prácticas,
costumbres y tradiciones; de valores, creencias, conocimientos compartidos y
actitudes que conforman una cierta visión del mundo, una interpretación de los
hechos y unas expectativas, hipótesis y deducciones concretas; de comportamientos
aprendidos y ritualizados y de toda una serie de pautas, normas y reglas de
funcionamiento fruto de las convenciones sociales de una sociedad, que posee
una estructura y relación social concreta y comparte un código verbal y no
verbal y unos instrumentos de comunicación para la interacción social y el
entendimiento mutuo entre los hablantes de una determinada comunidad, que es
objeto de la transmisión generacional y la herencia social y que solo tiene
sentido dentro de un determinado contexto social” (en Usó, 2016). Teniendo en
cuenta esta definición, que contempla un gran número de parámetros que
delimitan los entornos culturales específicos, muchos de ellos vinculados con
los aspectos socioculturales, redactaré mi reflexión centrada en la importancia
del componente sociocultural en el
aula de ELE.
A
partir de ese debate, que he referido anteriormente, comencé
a cuestionarme y a valorar la complejidad del término y su repercusión en el
aula de ELE. Estudiar una lengua extranjera implica salir al encuentro de una
realidad que percibimos como algo diferente, y que para comprenderla es
necesario conocer las normas que regulan la interacción del país en el que se
habla. Por ello, el profesor deberá permanecer atento ante la realidad
extranjera y la propia, con el fin de mantener cierta distancia que le permita
reflexionar sobre los aspectos culturales que puedan influir en la conducta de
los alumnos. Asimismo, es conveniente que tenga nociones, al menos básicas, de
las culturas de los alumnos y, en su papel de observador, deberá percatarse de
posibles extrañamientos, e incluso, de actitudes, comportamientos y gestos de
rechazo derivados de situaciones concretas, y tendrá que hacer visibles a los
alumnos todos aquellos implícitos culturales que para los nativos resultan obvios
y que, erróneamente, a veces, pasa por alto. De esta manera, podremos evitar,
en la medida de lo posible, malentendidos
o conflictos culturales en el aula pero,
además, conoceremos qué aspectos de la sociedad y de la cultura española les va
a costar más a los estudiantes entender o asimilar, o en qué situaciones
comunicativas se les pueden presentar dificultades derivadas de determinados aspectos
socioculturales y que, por esa razón, no sean capaces de llevar a cabo un
intercambio comunicativo eficaz.
En una de las lecturas propuestas en la asignatura, Miquel y Sans
diferencian entre la Cultura con mayúsculas, la cultura (a secas) y la kultura con k, aunque es importante destacar
que no se conciben como comportamientos estancos. Estas autoras definen la cultura (a secas) como “todo lo
compartido por los ciudadanos de una cultura; un estándar cultural, el conocimiento
operativo que todos los nativos poseen para orientarse en situaciones
concretas”. Este cuerpo central del esquema se corresponde con las variantes que
incluye la definición de la profesora de esta asignatura, señalada
anteriormente. Los alumnos de ELE, por tanto, necesitarán conocer los modos de
ser y de hacer de los españoles para comprender el porqué y dar sentido a
determinados comportamientos que, en ocasiones, distan mucho de sus respectivas
culturas, pero también obtener la información necesaria para poder interactuar,
saber qué hacer en una determinada circunstancia y cómo hacerlo. Como docentes,
tenemos que tener presente que en el proceso de enseñanza-aprendizaje de una
segunda lengua es imprescindible que los discentes adquieran estos
conocimientos, relacionados todos ellos con el aprendizaje significativo. Por este motivo, dado que el foco
principal de esta reflexión se centra en la relevancia de la competencia sociocultural en el aula de
ELE, me he centrado en este significado del término que nos ocupa: la cultura (a secas), acepción en la que
se focalizarán las propuestas didácticas que el profesor lleve a cabo en el
aula. Una vez dominados estos conocimientos, los discentes podrán acceder a la Cultura con mayúscula y la kultura con k, pero estos “dialectos culturales” quedan
relegados a los niveles más altos. Ahora bien, partiendo de la enseñanza de
esos parámetros propios de la lengua meta es conveniente, en primer lugar, que
los contenidos culturales se adapten a la formación de los discentes, atiendan a
sus gustos e intereses relacionados con la cultura objeto de estudio, y se
adecúen a su nivel de conocimiento lingüístico, además de que se contextualicen
y se vinculen con lo que ya saben los alumnos, sin caer en estereotipos ni tópicos.
Para ello, lo ideal es realizar un trabajo comparativo de los modos de
hacer y de entender el mundo, tanto de la lengua y de la cultura meta como de
la propia, con
el propósito de que los alumnos no reflexionen solo desde su propia identidad, sino
que también adquieran una visión positiva derivada de las diferencias como una enseñanza
enriquecedora para su crecimiento personal. De esta manera, a través de una
metodología comparativa, y, en consecuencia, de la relación que se establezca
entre los contenidos culturales y las creencias, a partir de la que se crean valores
afectivos y cognitivos, también se contribuye a fomentar el enfoque intercultural, fundamental en
el mundo globalizado en el que vivimos.
A partir del tratamiento de los aspectos socioculturales, se debe formar
a profesores que fomenten la reflexión, la comparación y la sensibilidad
necesarias para enseñar la lengua y la cultura, y trabajar esa interculturalidad que tanto se exige en
la actualidad. Debemos ser conscientes de que hay muchas maneras de ver y de entender
el mundo, por lo que existen numerosas percepciones culturales que, a pesar de
que distan unas de otras, son igual de válidas y respetables. El objetivo del
aprendizaje intercultural es el desarrollo de la receptividad del aprendiz ante
distintas lenguas y distintas culturas, cultivando su curiosidad y la empatía
hacia sus miembros. Esto se consigue trabajando actitudes positivas respecto a
la diversidad cultural, erradicando prejuicios, pero también reflexionando desde
un punto de vista crítico sobre la propia cultura a través de otros puntos de
referencia, siempre sin renunciar a la propia identidad. En España,
lamentablemente, aún falta una conciencia clara de lo que se debería inculcar a
los miembros de la sociedad con el fin de promover actitudes en las que el
intercambio de opiniones, experiencias y creencias con el otro, estimule una
transformación interior que facilite una acogida más abierta, flexible y
receptiva. Este es un reto difícil, pero no imposible, en un país en el que no somos
capaces de tomar decisiones concluyentes sobre determinadas prácticas que nos obcecamos en mantener, independientemente del daño que puedan ocasionar, solo por
considerarlas como algo propio de nuestra cultura y que, a pesar del paso del
tiempo, no somos capaces de llegar a un acuerdo para abolirlas. Es el caso, por
ejemplo, del mundo taurino. Entonces, ¿cómo hacerle entender a un
extranjero la existencia de este tipo de prácticas culturales, si ni siquiera
son compartidas por todos los miembros que pertenecen a este país? A partir de
este interrogante, sobre el que también se debatió en el foro, en concreto, en
relación al Torneo del Toro de la Vega, se podría esbozar otra interesante
reflexión respecto a si los toros continúan porque se considera un elemento
relevante propio de la cultura española, entendida en ese sentido como una
cultura monolítica o, por el contrario, estamos ante una polémica que no
terminará nunca, sostenida por otro tipo de intereses, a pesar de que la
sociedad española siga creciendo y avanzando hacia el progreso en otros
ámbitos. En mi opinión, a veces, nos aferramos a mantener
determinadas tradiciones que, con el paso del tiempo, han perdido el sentido de
su práctica y ahora, en el siglo XXI, no tienen cabida, a pesar de que nos
empeñemos en protegerlas. Esta es la razón que yo argumentaría en el aula de
ELE, además de los intereses económicos, entre otros, junto con ejemplos
parejos pertenecientes a sus respectivas culturas, en el caso de que los
aprendientes me preguntaran sobre el mantenimiento de esta práctica y la
disputa que perdura entre los bandos opuestos, ambos defensores de opiniones
totalmente opuestas. No obstante, tendría que informarme sobre las ventajas e
inconvenientes de conservar estas costumbres y modos de vida para dar una
explicación fehaciente al respecto.
BIBLIOGRAFÍA
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