martes, 12 de julio de 2016

IDEAS CLAVE SOBRE LA EVALUACIÓN


     En la asignatura de Evaluación, a partir de la lectura de la síntesis de la obra de Neus Sanmartí, 10 Ideas clave. Evaluar para aprender, elaboramos una tarea que consistía en elegir dos ideas y mandar un mensaje al foro en el que justificáramos por qué las habíamos seleccionado. Asimismo, debíamos explicar cómo considerábamos que podríamos incorporar esos planteamientos en nuestra práctica docente y, posteriormente, teníamos que comentar y formular preguntas sobre lo que nos sugerían las aportaciones de nuestros compañeros de grupo. No obstante, a pesar de que he escogido como muestra las 10 ideas clave que propone esta autora, en esta reflexión, solo me centraré en las dos que elegí como fundamentales. Son:
1.  La evaluación es el motor del aprendizaje, ya que de ella depende tanto qué y cómo se enseña, como el qué y el cómo se aprende.
2.  La finalidad principal de la evaluación es la regulación tanto de la enseñanza como del aprendizaje, tanto de las dificultades y errores del alumnado, como del proceso de la enseñanza.
3.  El error es útil para regular el aprendizaje, conviene estimular su expresión para que se pueda detectar, comprender y favorecer su regulación.
4.  Lo más importante es aprender a autoevaluarse. Para ello es necesario que los alumnos se apropien: de los objetivos de aprendizaje, de las estrategias de pensamiento y de acción aplicables para dar respuesta a las tareas planteadas; y de los criterios de evaluación.
5.  En el aula todos evalúan y regulan, el profesorado y los compañeros, pero la evaluación más importante es la que realiza el propio alumno.
6.  La función calificadora y seleccionadora de la evaluación también es importante, y sus resultados dependen en buena parte de la calidad de la evaluación-regulación realizada a lo largo de los procesos de enseñanza y aprendizaje.
7.  La evaluación sólo calificadora no motiva. En general, ni la evaluación en sí misma ni la repetición de curso si se suspende motivan al estudiante a esforzarse más en aprender, a no ser que le proporcionen criterios e instrumentos tanto para comprender sus errores y superarlos, como para reconocer sus éxitos.
8. Es necesario diversificar los instrumentos de evaluación. Dado que cualquier aprendizaje contempla diversos tipos de objetivos, es preciso que los instrumentos de recogida de información sean múltiples y variados. Y las estrategias para analizar los datos y promover la regulación deben favorecer la autonomía del alumnado.
9.  La evaluación externa de los aprendizajes de los alumnos puede ser útil para orientar la enseñanza. Pero para ello es importante que los instrumentos y métodos de evaluación aplicados promuevan prácticas de aula innovadoras.
10. Evaluar es una condición necesaria para mejorar la enseñanza. La evaluación debe proporcionar información que permita juzgar la calidad del currículo aplicado, con la finalidad de mejorar la práctica docente y la teoría que la sustenta.
   En esta obra, Neus Sanmartí se centra en el proceso de evaluación y pretende persuadirnos sobre la idea de que si, como docentes, prestamos atención y atendemos a todos los elementos que intervienen en este proceso, podremos apoyar e implicar a los aprendientes en su propia evaluación, con el objetivo de que sean capaces de autorregularse autónomamente y ser protagonistas de su aprendizaje. Esas diez ideas clave se fundamentan en la premisa de que enseñar, aprender y evaluar son procesos indisociables.
     Como ya indiqué en el foro, no fue tarea fácil escoger dos de las diez ideas que propone Sanmartí, puesto que estimo que todas son imprescindibles para la evaluación. No obstante, elegí las siguientes:
5. En el aula todos evalúan y regulan, el profesorado y los compañeros, pero la evaluación más importante es la que realiza el propio alumno.
     En mi experiencia como docente, he observado que, en muchas ocasiones, los estudiantes no son conscientes de su propia formación y, por ello, se deberían plantear en el aula estrategias orientadas a la corregulación entre los propios alumnos con el propósito de que cada uno sea capaz de autorregularse de forma autónoma. Además, esta práctica contribuye a que los aprendientes se sientan partícipes del proceso de enseñanza-aprendizaje y no meros asistentes a una clase. La autoevaluación es una estrategia de aprendizaje mediante la cual el discente puede reflexionar sobre los objetivos que ha alcanzado, cómo, cuándo y qué puede hacer para mejorar. Asimismo, podrá detectar las fortalezas y las debilidades, y reunir información para conocerse mejor. A pesar de que autoevaluación y coevaluación no son lo mismo, son términos complementarios, puesto que, a partir de la observación y de los juicios críticos de los compañeros, el discente puede llegar a autoevaluarse. En la coevaluación se deberán tener en cuenta consideraciones como si el aprendiente se muestra pendiente de la tarea; si se comunica y participa activamente sugiriendo ideas y compartiendo conocimientos; si se muestra responsable e interesado en enriquecer y mejorar la tarea de equipo; si se comunica de forma clara, precisa y cordial con el resto de compañeros y acepta las opiniones contrarias, analizando cuestiones que podrían mejorar su aprendizaje, entre otras. De esta manera, se fomenta el trabajo en equipo, en beneficio de todos los estudiantes, independientemente de sus necesidades y características individuales pero, además, se contribuye a impulsar el trabajo cooperativo, aunque esta praxis no solo requiere invertir mucho tiempo y esfuerzo por parte de los docentes y de los propios alumnos, sino que también se necesita el respaldo de las instituciones, como señala Neus Sanmartí en su obra, del que, en muchas ocasiones, lamentablemente, se carece.

Fuente de la fotografía: boni1301.blogspot.com
     Con el objetivo de estimular la capacidad de autoevaluarse coevaluándose, se podrían proponer en clase actividades como la que incluye Sanmartí en la síntesis de la obra que nos ocupa. Propone seguir el siguiente proceso:
1. Primeramente, cada alumno responderá de forma individual a las cuestiones planteadas.
2.  Después, el docente resolverá la tarea en la pizarra y hará hincapié en los errores previsibles, así como en sus posibles causas.
3.  Cada alumno analizará su trabajo individual y responderá a estas dos cuestiones: ¿En qué me he equivocado? ¿Por qué?
4.  Los alumnos, por parejas, intercambiarán sus autoevaluaciones y evaluarán a sus compañeros respondiendo a: ¿Está bien explicado? ¿Qué le recomiendas para mejorar? A continuación, se devolverán las opiniones al autor de la autoevaluación.
5. Cada estudiante valorará si está de acuerdo o no con las opiniones de los compañeros. Por último, el profesor revisará el escrito que incluirá las distintas evaluaciones.
     No solo los aprendientes deben autoevaluarse, sino que es fundamental que también el profesor estime las valoraciones oportunas sobre su práctica docente y recapacite sobre aquellos aspectos en los que puede mejorar.
7. La evaluación solo calificadora no motiva. En general, ni la evaluación en sí misma ni la repetición de curso si se suspende motivan al estudiante a esforzarse más en aprender, a no ser que le proporcionen criterios e instrumentos tanto para comprender sus errores y superarlos, como para reconocer sus éxitos.
     En general, son muy pocos los alumnos que se motivan con las calificaciones aunque, en mi experiencia como docente, he percibido que a muchos, erróneamente, es lo único que les preocupa. En realidad, no se trata de competir ni de obtener la mejor nota, sino de alcanzar los objetivos propuestos y de asimilar los contenidos estimados para cada nivel, con el propósito de poner en práctica en el día a día lo aprendido en el aula. No obstante, estos aspectos están imbricados y, tal y como defiende Neus Sanmartí, “cuanto más se aprende, mejores resultados se obtienen en los exámenes finales y mayor es la motivación y el empeño que se pone en continuar aprendiendo”. De lo contrario, si no se aprende, los exámenes y las calificaciones pierden importancia y, en consecuencia, desaparece la motivación. Esto también sucede con los profesores a los que, en lugar de someterlos a tantas evaluaciones, habría que proporcionarles los medios pertinentes con el fin de que sus alumnos aprendiesen más y mejor.
     En cuanto a los posibles errores que cometan los discentes, debemos ser conscientes de que lo ideal es paliarlos en el momento en el que surgen y poco a poco, sin esperar a que lleguen las evaluaciones finales puesto que, entonces, ya será demasiado tarde. Personalmente, siempre ofrezco ayuda a mis alumnos para resolver dudas o realizar los ejercicios con ellos, en el caso de que tengan dificultades, pero no les parece bien hacerlo en el recreo, así que, quizás, habría que buscar soluciones al respecto y ofrecer este apoyo en horas distintas. Pero, esto depende de instituciones. Sin embargo y, a pesar de que entiendo que se trata de su tiempo de descanso, que coincide con el mío, los aprendientes deberían hacer un esfuerzo porque, en definitiva, este refuerzo repercute en beneficio de su aprendizaje. Por otro lado, todos somos conscientes de que aprender no es una tarea fácil y de que requiere autorregularse. Para ello, es necesario, por ejemplo, que los criterios de evaluación representen un nivel alcanzable; facilitar diversos instrumentos de regulación para que cada uno escoja el que le sea más útil; afrontar cada problema de diferente manera; concretar compromisos de trabajo y la ayuda para revisarlos; fomentar los apoyos cooperativos; plantear actividades en las que los discentes comprueben que están aprendiendo. Los docentes deberíamos preguntarnos, ¿fracasa el alumno o la metodología y los recursos empleados? ¿Cuáles son los factores que obstaculizan el proceso de enseñanza-aprendizaje? En muchas ocasiones, considero que no se sigue una metodología adecuada ni se proporcionan los mejores recursos para favorecer el aprendizaje de los estudiantes. No es fácil, puesto que aquello que funciona con unos alumnos puede no ser adecuado para otros. De ahí, que siempre haya que atender a las necesidades de cada grupo, así como a las particularidades de cada aprendiente y a los distintos ritmos de aprendizaje. Se trata de probar y ver qué es lo que mejor funciona con cada grupo. Está claro que no siempre se obtendrán los resultados esperables pero, precisamente, nosotros también tenemos que aprender de los errores y verlos como algo positivo, ya que el hecho de enmendarlos y de modificar conductas, es igualmente un aprendizaje.
     Por un lado, como actividad para realizar en el aula, se puede plantear a los alumnos que escriban en un diario, en los cinco últimos minutos de clase, la respuesta a cuestiones como: ¿qué hemos aprendido?, ¿cómo lo hemos aprendido?, ¿qué es lo que no he acabado de aprender?, ¿qué tendría que hacer para mejorar? Así, se promueve la autorregulación del alumnado y que el profesor tenga acceso a información relevante sobre el proceso de aprendizaje de los discentes. Yo realizo esta práctica en clase, pero no desde el prisma del alumno, sino desde el mío. Al finalizar la clase, anoto en un cuaderno todos aquellos aspectos reseñables que he percibibido durante la sesión. Así, llevo un seguimiento continuo de los alumnos y observo sus avances en el proceso. Pero, a partir de ahora, propondré como actividad que los aprendientes rellenen en su diario de clase los aspectos más destacables vinculados con las cuestiones señaladas, con el propósito de promover su autorregulación y que, al mismo tiempo, yo pueda conocer datos relevantes sobre la perspectiva que tiene cada uno de ellos del proceso de enseñanza. Seguramente, habrá diferencias respecto a lo que yo haya podido estimar en mi cuaderno, por lo que deberé considerarlas como un conocimiento enriquecedor que me brindará mayores posibilidades de éxito con mis alumnos. Por otro lado, si nos enfrentarámos a graves problemas durante el proceso de enseñanza, se podrían plantear sistemas de regulación a largo plazo como el establecimiento de un contrato de trabajo, a través del cual los discentes identifican los aspectos que hay que regular, así como sus posibles causas. Además, mediante este contrato el profesor y el alumno acuerdan formas de trabajo concretas, determinan las ayudas que se pueden recibir y cómo se llevará a cabo la revisión del pacto.
     Para concluir con esta reflexión, incluyo la siguiente frase, extraída del módulo 4 de la asignatura de Evaluación: "hay todavía mucho trabajo por hacer en la formación de profesores, y en las aulas, para que este nuevo paradigma sea la realidad imperante en las mismas". Y es que, precisamente, la teoría no siempre es fácil llevarla a la práctica. Parece que todos sabemos lo que debemos hacer pero, en muchas ocasiones, por diversos motivos, no innovamos ni experimentamos en las aulas. Este es un gran error porque, aunque parece que somos conscientes de que muchas cosas no funcionan, seguimos anquilosados en mantener prácticas tradicionales.

BIBLIOGRAFÍA

·      Figueras, N. y Puig, F. (2016): La evaluación en el aula como parte integrante del proceso de docencia-aprendizaje, en asignatura Evaluación. Máster de Profesor de Español como Lengua Extranjera. UNIBA.

·          Sanmartí, N. (2007): Síntesis de la obra 10 Ideas clave. Evaluar para aprender. Col. Ideas clave, 1. Ed. Graó. Barcelona. Recuperado en julio de 2016 en: