En la asignatura de Evaluación, a partir de la lectura de
la síntesis de la obra de Neus Sanmartí, 10
Ideas clave. Evaluar para aprender, elaboramos una
tarea que consistía en elegir dos ideas y mandar
un mensaje al foro en el que justificáramos por qué las habíamos seleccionado.
Asimismo, debíamos explicar cómo considerábamos que podríamos incorporar esos planteamientos
en nuestra práctica docente y, posteriormente, teníamos que comentar y formular
preguntas sobre lo que nos sugerían las aportaciones de nuestros compañeros de
grupo. No obstante, a pesar de que he escogido como muestra las 10 ideas clave
que propone esta autora, en esta reflexión, solo me centraré en las dos que elegí
como fundamentales. Son:
1. La
evaluación es el motor del aprendizaje, ya que de ella depende tanto qué y cómo
se enseña, como el qué y el cómo se aprende.
2. La
finalidad principal de la evaluación es la regulación tanto de la enseñanza
como del aprendizaje, tanto de las dificultades y errores del alumnado, como
del proceso de la enseñanza.
3. El
error es útil para regular el aprendizaje, conviene estimular su expresión para
que se pueda detectar, comprender y favorecer su regulación.
4. Lo
más importante es aprender a autoevaluarse. Para ello es necesario que los
alumnos se apropien: de los objetivos de aprendizaje, de las estrategias de
pensamiento y de acción aplicables para dar respuesta a las tareas planteadas;
y de los criterios de evaluación.
5. En
el aula todos evalúan y regulan, el profesorado y los compañeros, pero la
evaluación más importante es la que realiza el propio alumno.
6. La
función calificadora y seleccionadora de la evaluación también es importante, y
sus resultados dependen en buena parte de la calidad de la
evaluación-regulación realizada a lo largo de los procesos de enseñanza y
aprendizaje.
7. La
evaluación sólo calificadora no motiva. En general, ni la evaluación en sí
misma ni la repetición de curso si se suspende motivan al estudiante a
esforzarse más en aprender, a no ser que le proporcionen criterios e
instrumentos tanto para comprender sus errores y superarlos, como para
reconocer sus éxitos.
8. Es
necesario diversificar los instrumentos de evaluación. Dado que cualquier
aprendizaje contempla diversos tipos de objetivos, es preciso que los
instrumentos de recogida de información sean múltiples y variados. Y las estrategias
para analizar los datos y promover la regulación deben favorecer la autonomía
del alumnado.
9. La
evaluación externa de los aprendizajes de los alumnos puede ser útil para
orientar la enseñanza. Pero para ello es importante que los instrumentos y
métodos de evaluación aplicados promuevan prácticas de aula innovadoras.
10. Evaluar
es una condición necesaria para mejorar la enseñanza. La evaluación debe
proporcionar información que permita juzgar la calidad del currículo aplicado,
con la finalidad de mejorar la práctica docente y la teoría que la sustenta.
En esta obra, Neus Sanmartí se centra en el proceso de evaluación y pretende persuadirnos
sobre la idea de que si, como docentes, prestamos atención y atendemos a todos
los elementos que intervienen en este proceso, podremos apoyar e implicar a los
aprendientes en su propia evaluación, con el objetivo de que sean capaces de
autorregularse autónomamente y ser protagonistas de su aprendizaje. Esas
diez ideas clave se fundamentan en la premisa de que enseñar, aprender y
evaluar son procesos indisociables.
Como ya indiqué en el foro, no fue tarea
fácil escoger dos de las diez ideas que propone Sanmartí, puesto que estimo que
todas son imprescindibles para la evaluación. No obstante, elegí las
siguientes:
5.
En el aula todos evalúan y regulan, el profesorado y los compañeros, pero la
evaluación más importante es la que realiza el propio alumno.
En mi experiencia como docente, he
observado que, en muchas ocasiones, los estudiantes no son conscientes de su propia formación y,
por ello, se deberían plantear en el aula estrategias orientadas a la
corregulación entre los propios alumnos con el propósito de que cada uno sea
capaz de autorregularse de forma autónoma. Además, esta práctica contribuye a que
los aprendientes se sientan partícipes del proceso de enseñanza-aprendizaje y
no meros asistentes a una clase. La autoevaluación
es una estrategia de aprendizaje mediante la cual el discente puede reflexionar sobre
los objetivos que ha alcanzado, cómo, cuándo y qué puede hacer para mejorar.
Asimismo, podrá detectar las fortalezas y las debilidades, y reunir información
para conocerse mejor. A pesar de que autoevaluación y coevaluación
no son lo mismo, son términos complementarios, puesto que, a partir de la
observación y de los juicios críticos de los compañeros, el discente puede llegar a
autoevaluarse. En la coevaluación se
deberán tener en cuenta consideraciones como si el aprendiente se muestra
pendiente de la tarea; si se comunica y participa activamente sugiriendo ideas
y compartiendo conocimientos; si se muestra responsable e interesado en
enriquecer y mejorar la tarea de equipo; si se comunica de forma clara, precisa
y cordial con el resto de compañeros y acepta las opiniones contrarias,
analizando cuestiones que podrían mejorar su aprendizaje, entre otras. De esta
manera, se fomenta el trabajo en equipo, en beneficio de todos los estudiantes,
independientemente de sus necesidades y características individuales pero,
además, se contribuye a impulsar el trabajo
cooperativo, aunque esta praxis no solo requiere invertir mucho tiempo y
esfuerzo por parte de los docentes y de los propios alumnos, sino que también
se necesita el respaldo de las instituciones, como señala Neus Sanmartí en su
obra, del que, en muchas ocasiones, lamentablemente, se carece.
Fuente de la
fotografía: boni1301.blogspot.com
Con el objetivo de estimular la capacidad
de autoevaluarse coevaluándose, se podrían proponer en
clase actividades como la que incluye Sanmartí en la síntesis de la obra que
nos ocupa. Propone seguir el siguiente proceso:
1. Primeramente,
cada alumno responderá de forma individual a las cuestiones planteadas.
2. Después,
el docente resolverá la tarea en la pizarra y hará hincapié en los errores
previsibles, así como en sus posibles causas.
3. Cada
alumno analizará su trabajo individual y responderá a estas dos cuestiones: ¿En
qué me he equivocado? ¿Por qué?
4. Los
alumnos, por parejas, intercambiarán sus autoevaluaciones y evaluarán a sus
compañeros respondiendo a: ¿Está bien explicado? ¿Qué le recomiendas para
mejorar? A continuación, se devolverán las opiniones al autor de la
autoevaluación.
5. Cada
estudiante valorará si está de acuerdo o no con las opiniones de los
compañeros. Por último, el profesor revisará el escrito que incluirá las
distintas evaluaciones.
No solo los aprendientes deben autoevaluarse, sino que es fundamental
que también el profesor estime las
valoraciones oportunas sobre su práctica docente y recapacite sobre aquellos
aspectos en los que puede mejorar.
7.
La evaluación solo calificadora no motiva. En general, ni la evaluación en sí
misma ni la repetición de curso si se suspende motivan al estudiante a
esforzarse más en aprender, a no ser que le proporcionen criterios e
instrumentos tanto para comprender sus errores y superarlos, como para reconocer
sus éxitos.
En general, son muy pocos los alumnos que
se motivan con las calificaciones aunque, en mi experiencia como docente, he
percibido que a muchos, erróneamente, es lo único que les preocupa. En
realidad, no se trata de competir ni de obtener la mejor nota, sino de alcanzar
los objetivos propuestos y de asimilar los contenidos estimados para cada
nivel, con el propósito de poner en práctica en el día a día lo aprendido en el
aula. No obstante, estos aspectos están imbricados y, tal y como defiende Neus
Sanmartí, “cuanto más se aprende, mejores resultados se obtienen en los
exámenes finales y mayor es la motivación
y el empeño que se pone en continuar aprendiendo”. De lo contrario, si no se
aprende, los exámenes y las calificaciones pierden importancia y, en
consecuencia, desaparece la motivación. Esto también sucede con los profesores
a los que, en lugar de someterlos a tantas evaluaciones, habría que proporcionarles
los medios pertinentes con el fin de que sus alumnos aprendiesen más y mejor.
En cuanto a los posibles errores que cometan los discentes,
debemos ser conscientes de que lo ideal es paliarlos en el momento en el que
surgen y poco a poco, sin esperar a que lleguen las evaluaciones finales puesto
que, entonces, ya será demasiado tarde. Personalmente, siempre ofrezco ayuda a
mis alumnos para resolver dudas o realizar los ejercicios con ellos, en el caso
de que tengan dificultades, pero no les parece bien hacerlo en el recreo, así
que, quizás, habría que buscar soluciones al respecto y ofrecer este apoyo en
horas distintas. Pero, esto depende de instituciones. Sin embargo y, a pesar de
que entiendo que se trata de su tiempo de descanso, que coincide con el mío,
los aprendientes deberían hacer un esfuerzo porque, en definitiva, este refuerzo
repercute en beneficio de su aprendizaje. Por otro lado, todos somos
conscientes de que aprender no es una tarea fácil y de que requiere
autorregularse. Para ello, es necesario, por ejemplo, que los criterios de
evaluación representen un nivel alcanzable; facilitar diversos instrumentos de
regulación para que cada uno escoja el que le sea más útil; afrontar cada
problema de diferente manera; concretar compromisos de trabajo y la ayuda para
revisarlos; fomentar los apoyos cooperativos; plantear actividades en las que
los discentes comprueben que están aprendiendo. Los docentes deberíamos
preguntarnos, ¿fracasa el alumno o la metodología y los recursos empleados? ¿Cuáles
son los factores que obstaculizan el proceso de enseñanza-aprendizaje? En
muchas ocasiones, considero que no se sigue una metodología adecuada ni se
proporcionan los mejores recursos para favorecer el aprendizaje de los
estudiantes. No es fácil, puesto que aquello que funciona con unos alumnos
puede no ser adecuado para otros. De ahí, que siempre haya que atender a las
necesidades de cada grupo, así como a las particularidades de cada aprendiente
y a los distintos ritmos de aprendizaje. Se trata de probar y ver qué es lo que
mejor funciona con cada grupo. Está claro que no siempre se obtendrán los
resultados esperables pero, precisamente, nosotros también tenemos que aprender
de los errores y verlos como algo
positivo, ya que el hecho de enmendarlos y de modificar conductas, es igualmente
un aprendizaje.
Por un lado, como actividad para realizar en el aula, se puede plantear
a los alumnos que escriban en un diario, en los cinco últimos minutos de clase,
la respuesta a cuestiones como: ¿qué hemos aprendido?, ¿cómo lo hemos
aprendido?, ¿qué es lo que no he acabado de aprender?, ¿qué tendría que hacer
para mejorar? Así, se promueve la autorregulación del alumnado y que el
profesor tenga acceso a información relevante sobre el proceso de aprendizaje
de los discentes. Yo realizo esta práctica en clase, pero no desde el prisma
del alumno, sino desde el mío. Al finalizar la clase, anoto en un cuaderno
todos aquellos aspectos reseñables que he percibibido durante la sesión. Así,
llevo un seguimiento continuo de los alumnos y observo sus avances en el
proceso. Pero, a partir de ahora, propondré como actividad que los aprendientes
rellenen en su diario de clase los aspectos más destacables vinculados con las
cuestiones señaladas, con el propósito de promover su autorregulación y que, al
mismo tiempo, yo pueda conocer datos relevantes sobre la perspectiva que tiene
cada uno de ellos del proceso de enseñanza. Seguramente, habrá diferencias
respecto a lo que yo haya podido estimar en mi cuaderno, por lo que deberé considerarlas
como un conocimiento enriquecedor que me brindará mayores posibilidades de
éxito con mis alumnos. Por otro lado, si nos enfrentarámos a graves problemas
durante el proceso de enseñanza, se podrían plantear sistemas de regulación a
largo plazo como el establecimiento de un contrato de trabajo, a través del
cual los discentes identifican los aspectos que hay que regular, así como sus
posibles causas. Además, mediante este contrato el profesor y el alumno
acuerdan formas de trabajo concretas, determinan las ayudas que se pueden
recibir y cómo se llevará a cabo la revisión del pacto.
Para concluir con esta reflexión, incluyo la siguiente frase, extraída
del módulo 4 de la asignatura de Evaluación:
"hay todavía mucho trabajo por hacer en la formación de profesores, y en
las aulas, para que este nuevo paradigma sea la realidad imperante en las
mismas". Y es que, precisamente, la teoría no siempre es fácil llevarla a
la práctica. Parece que todos sabemos lo que debemos hacer pero, en muchas
ocasiones, por diversos motivos, no innovamos ni experimentamos en las aulas. Este
es un gran error porque, aunque parece que somos conscientes de que muchas
cosas no funcionan, seguimos anquilosados en mantener prácticas tradicionales.
BIBLIOGRAFÍA